‘Cómo ser una mujer del Renacimiento. Mujeres, poder y el nacimiento del mito de la belleza’, de Jill Burke

Una historia de las mujeres desde abajo

Eduardo Irujo
Papel en Blanco
5 min readDec 19, 2024

«La historia no solo ocurre en el pasado»

[Foto de la cubierta con fondo artístico. Foto E.I.]

En junio de este año (2024) aparecía el libro de Jill Burke: Cómo ser una mujer del renacimiento. Mujeres, poder y el nacimiento del mito de la belleza, publicado en la fantástica editorial Crítica dentro de su colección ‘Tiempo de Historia’. La traducción corresponde a Yolanda Fontal Rueda. A través de un estudio pormenorizado de las fuentes primarias: escritas, imágenes y cuadros de la época la autora aborda la cuestión de la belleza desde los cánones de la época. «Los cuerpos de las mujeres se presentan como proyectos siempre inacabados, que se han de mejorar y trabajar constantemente.»

«Que se oigan estas voces olvidadas,

que nuestras mujeres no estén tan calladas,

que no se las oiga por encima de las voces de los hombres»

(Laura Terracina)

Uno de los puntos de partida de la investigación es la importancia de los nuevos tipos de escritura (la autobiografía, el soliloquio, el diario) y la representación. El conocimiento del yo, las personas en el inicio del siglo XVI comienzan a verse desde fuera. Incluso de manera literal. Es a finales del siglo XV cuando se inventa el espejo de cuerpo entero. «De hecho, el espejo de cuerpo entero fue una innovación arquetípica del Renacimiento, y yo diría que tan representativa de la época como la imprenta, el atlas o la pistola». Imaginemos por un momento lo que tiene que ser verse por primera vez, no de manera parcial, si no totalmente. «La cultura renacentista estaba fascinada con lo que se podría llamar la performatividad de la vida cotidiana y la relación entre el aspecto exterior y la esencia interior.»

Se adentra en una serie de textos de Laura Terracina, Moderata Fonte (seudónimo de Modesta Pozzo), Isabella Andreini, Giulia Bigolina (precursora de la novela moderna con su obra Urania), Chiara Matraini, Laura Cereta, Tullia D’Aragona, etc. comprobando que hubo una escritura femenina, crítica y lúcida que hablaba sobre la inteligencia y educación de las mujeres. Sobre todo, la idea totalmente extendida, por autores como Juan Huarte de San Juan, Juan Luis Vives, Lodovico Domenichi y un largo etcétera, de que la mujer era inferior al hombre. «Como veremos este punto de vista fue cuestionado a menudo durante los siglos XVI y XVII, pero en los inicios del Renacimiento la suposición de que las mujeres eran física e intelectualmente inferiores a los hombres era muy común.»

Y dentro de esta ‘discusión’ encontramos el auge y el comienzo del debate sobre la cultura de la belleza y el embellecimiento femenino. ¿Opresión o liberación? Incluso las propias mujeres han debatido sobre el asunto desde hace al menos seiscientos años. Con argumentos a favor, aparecen en el texto Christine de Pizan, Lucrezia Marinella o Moderata Fonte y, en contra, Isotta Nogarola o Laura Cereta descubrimos una cantidad de autoras y libros que han pasado desapercibidos (u olvidados y borrados consecuentemente) del canon de las diversas épocas que abarcan.

Continua con un capítulo sobre consejos de belleza para novias, matrimonios concertados, resalta la autora: «Qué poca agencia -entendida como capacidad para actuar o autonomía- tenían estas muchachas en sus matrimonios, qué poco sabemos de sus opiniones».

Otra cuestión importante dentro de este canon de belleza fue la “cara blanca”. El aumento de las esclavas negras en las casas europeas (en la Edad Moderna se calcula que había 2,5 millones de esclavos) comenzó a establecer una ideología racial que se plasmó en los libros de belleza.

[Nota pictográfica. Cuadro de Christiaen van Couwenbergh. Titulado ‘Tres jóvenes blancos y una mujer negra‘ [sic]. En algunas web lo llaman por su nombre: violación. Palabras y recepción. «Mujer, pobre y negra, y probablemente atrapada en Europa sin lazos familiares, es despojada de su individualidad y obligada, literalmente, a no expresar ninguna voluntad»]

[Christiaen van Couwenbergh — Three Young White Men and a Black Woman, Musée des Beaux-Arts de Strasbourg, 1632]

[«Las leyes no respetaban su integridad corporal y eran vulnerables a las agresiones sexuales, con escasas consecuencias para el agresor»]

En la tercera parte del texto nos encontramos con las primeras reflexiones sobre el beneficio/esfuerzo del ejercicio del cuerpo y sobre la belleza del mismo.«Entre los consejos renacentistas para adelgazar figuraba incrementar la ansiedad». Así, «la gracia y la belleza se convirtieron en atributos fundamentales del éxito social». Es curioso señalar, que el aumento de peso de las clases altas se debió al aumento del consumo de azúcar debido al desplome del precio, principalmente por la introducción de la mano de obra esclava en su producción. Un círculo este último, por otro lado, que provocó el comercio triangular y el inicio del capitalismo moderno.

También, asociado a esto, nos encontramos con las primeras operaciones de nariz y labios, así como aumentos de pecho y la invención de los primeros sujetadores (la historia de la investigadora y arqueóloga Beatrix Nutz es espléndida). ¿Qué es lo siguiente? El pelo. Se barajan dos opciones (posiblemente la suma de ambas): por una lado la afluencia de mujeres judías y musulmanas del Reino de Castilla que arribaron a varias ciudades italianas y que ya culturalmente era habitual; y segundo, se empezaron a representar mujeres sin vello en la mayoría de los cuadros renacentistas y esto supuso «que las damas idealmente atractivas no tenían vello corporal».

La cuarta parte profundiza el análisis de la belleza, en este caso asociado a la desnudez femenina y lo que ello implicaba: como castigo o el poder del hombre de observar. «La mirada en el Renacimiento era entendida como un poder tangible». Se hace un recorrido por los baños públicos e hilando se va mostrando y documentando cuestiones de sexo y género. Suma esta parte un capítulo dedicado al cabello, su forma y representación y según fuese el carácter de la mujer. Por ejemplo, un «pelo alborotado es una señal externa de la imaginación interior, de la creatividad melancólica y de un temperamento ‘masculino’».

Finalmente, una quinta parte dedicada al conocimiento de elaboración tanto de productos de belleza (el último capítulo está dedicado a este tema con diversas recetas que la autora ha ido elaborando junto con Wilson Poo, físico de la materia condensada) como de ‘remedios’ para envenenar, abortar, etc. Lo que Jill Burke cobija bajo el paraguas de comunidades de conocimiento. «La historiadora Montserrat Cabré llama a estas reiteradas atribuciones de recetas a las mujeres “pequeñas historias”, pequeñas visiones fragmentadas de un mundo del que sabemos poco».

En definitiva, nos encontramos ante un texto ameno y erudito en la mejor tradición anglosajona. Un libro para leer, entretenerse, aprender y observar los cuadros y textos renacentistas desde otra óptica. Una lectura muy recomendable, ágil y elocuente. Una gozada.

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Written by Eduardo Irujo

Ex-librera, heavy reader. Lector curioso. Arqueólogo, historiador, profesor de secundaria. Papel, historia, libros, memoria.

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