‘Ciudad de Jade’, de Fonda Lee
Mi kung fu es más fuerte que tu análisis sociopolítico
Un método habitual para construir mundos de fantasía es mezclar géneros. Eso puede hacerse bien o puede hacerse mal o puede hacerse bien. En el caso que nos ocupa la mezcla es bastante peculiar: Una ciudad de inspiración asiática, kung fu, bandas mafiosas y un sistema de magia a lo Brandon Sanderson que otorga poderes sobrenaturales al jade. Toda una hueste de películas de acción mediocres nos advierten de todo lo que puede salir mal. Incluso así, incluso la peor de las ambientaciones puede salvarse si los personajes conectan con el lector. Así que además de preguntarnos si la mezcla funciona, debemos preguntarnos si los personajes funcionan. A estas preguntas pretende contestar esta reseña.
Ciudad de Jade me venía recomendada por todos lados. No solo por parte de amigos y conocidos: Fonda Lee ya había recabado buenas críticas y premios por sus tres primeras novelas, orientadas al público Young Adult y con esta primera parte de la saga de los Huesos Verdes se llevó a casa el World Fantasy y sendas nominaciones al Locus y al Nebula. Junto con su currículum de ex estratega corporativa y cinturón negro karate y kung fu, desde luego parece ser la persona adecuada para escribir esta historia.
Así que no me enredo más. Vamos a hablar del mundo. La isla de Kekon y la ciudad de Yanlún rebosan de personalidad. No es simplemente una copia fantástica de Taiwan o Hong Kong, ni de Japón o cualquier otro lugar de Asia, pero tiene un poco de todo eso en una combinación tan trabajada que se siente real. Desde la pobreza más abyecta hasta el lujo con el que viven algunos y como estos dos mundos se solapan es solo uno de los muchos méritos de esta novela. Sin agobiar al lector, llegamos a saber suficiente de la política internacional, de las tradiciones o la historia antigua del país como para ver el inmenso trabajo que habrá supuesto hacer que todo encaje perfectamente. El jade no solo permite a algunos tener habilidades metahumanas, también ha dejado una huella indeleble en la economía, la sociedad, las tradiciones, la historia y hasta la forma de pensar de los personajes. Da la sensación de haber leído una guía de viajes de un país lejano, pero al que podrías viajar algún día.
Creo que la inmersión es tan brillante, que el resto de la novela podría haber sido mediocre y aún así la habría disfrutado, pero no es el caso. La trama enfrenta a dos Clanes de Huesos Verdes (como se llaman los portadores de jade): El clan Montaña y el clan Sin Cumbre. La novela sigue en particular a la familia que dirige el menos poderoso de los dos clanes, que afronta un cambio de líder. Después de décadas de liderazgo de un veterano héroe de guerra, su nieto, con la ayuda de sus hermanos, deberá demostrar que no es un líder débil, ante la amenaza de entrar en guerra con el Clan Montaña. Si bien estos villanos del clan rival son un tanto genéricos, eso es solo porque la escritora ha decidido centrarse en las relaciones familiares y lo hace de maravilla, logrando que entendamos sus errores, sus meteduras de pata y esos momentos en los que el personaje realmente no sabe lo que quiere. SI la ambientación brilla, el carisma de estos personajes no se queda atrás.
No creo que haga falta aclarar que me ha encantado Ciudad de Jade pero realmente podría seguir cantando sus alabanzas unos cuantos párrafos más. A todo lo dicho habría que añadir una escenas de acción brillantes, que sacan mucho partido de las distintas habilidades que confiere el Jade y un argumento multifacético, que nos muestra de forma siempre interesante la manera en que los clanes, recordados como héroes liberadores de la nación, tienen un pié en la política, otro en los negocios legales y otro en las actividades criminales. Conseguir unir todos estos elementos y que todos sirvan para reforzar los demás es una proeza digna de todos los premios que le han caído. Y lo mejor es que es el primero de una trilogía a la que no han dejado de llover los premios. El segundo ya está publicado de la mano de Insólita. No dudaré ni un segundo en comprarlo.
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