‘César contra Vercingétorix’, de Laurent Olivier

Un brillante viaje a través de la Historia sobre la consideración del líder arverno

Josep Oliver
Papel en Blanco
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8 min readSep 10, 2021

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Si hay un personaje conocido de la Antigua Roma, ése es Julio César. Y relacionado con él, su gesta más conocida es la Guerra de las Galias, que él mismo relató en sus Comentarios, que todos los que tenemos cierta edad tradujimos cuando hacíamos Latín, y que la ficción ha recreado en numerosas ocasiones, sin ir más lejos en los cómics de Astérix.

Pero, ¿hasta qué punto conocemos esta historia? Las referencias que tenemos son del propio César o las de historiadores posteriores como Plutarco o Suetonio y, en todo caso, son historias contadas desde el punto de vista del vencedor, aunque ya en su tiempo hubo quien se opuso a la manera en que César había “pacificado” la Galia a mayor gloria de Roma. Laurent Olivier pretende en César contra Vercingétorix (Punto de Vista Editores, 2021) volver sobre este momento decisivo de la historia de Roma y ofrecer una lectura más abierta y poliédrica de los hechos de acuerdo con lo que sabemos hoy en día, tanto de historiadores, como historiógrafos o arqueólogos, sobre todo en lo que respecta al retrato de Vercingétorix, que en César sólo es parte del atrezzo de la narrativa que se quiere contar.

La derrota de Vercingétorix, según Goscinny y Uderzo en ‘Astérix’.

De esta manera, Olivier repasa concienzudamente lo que César nos dice en los Comentarios, pero sobre todo lo que no dice o cómo lo dice, para explicarnos que, aunque su estilo haya sido calificado como elegante y directo, las palabras estaban muy bien medidas (en realidad había partido a la Galia con la intención de librarse de sus cargos económicos, buscaba justificar su intervención en la Galia de manera que el Senado no pudiera atacarle a su vuelta acusándole de provocar guerras innecesarias). Según César, todo estaba justificado: todas sus acciones, en resumen, las hizo para mayor gloria de Roma o como diría la administración Bush, como acciones preventivas de guerra.

El problema es que de las gestas de César en las Galias apenas tenemos sólo su propio testimonio, evidentemente parcial.

Al mismo tiempo, el texto de los Comentarios plantea problemas porque César intenta acomodar a la lengua y mentalidad latinas los conceptos, usos y costumbres de la Galia (empezando por el propio concepto de Galia: ¿cuál es esa Galia que estaba dividida en tres partes? ¿era toda? ¿o él mismo estaba trazando ahí unos límites subjetivos?), cosa que oscurece el texto y ha llevado a múltiples malinterpretaciones a lo largo de los siglos.

El problema es que de las gestas de César en las Galias apenas tenemos sólo su propio testimonio, evidentemente parcial. El único contemporáneo es el del propio César, y lo que conocemos de los Comentarios es un refrito de los informes que César tenía que enviar al Senado para justificar sus acciones, y que en el fondo era propaganda política.

El resto de historiadores, tanto biógrafos de César como quien escribe sobre la derrota de Vercingétorix, son muy posteriores a los hechos y, a menudo, unos se apoyan en otros para las sucesivas versiones, y Olivier se detiene en cada uno de ellos para ver cómo el relato de la derrota de la Galia ha sido enfocado. Y así, encontramos en algunos de ellos pistas que nos permiten ver que su fuente tuvo que haber sido algún testimonio en primera persona (como cuando el famoso momento de la rendición de Vercingétorix tras la derrota), por más que el tiempo convirtiera en leyenda sus actos.

Efectivamente, se puede decir que la historia de Francia, al menos como nación, empieza con la derrota gala en Alesia. Cada época vio a Vercingétorix según su prisma; y de ahí que el libro sea una mirada diacrónica sobre cómo se le ha considerados en diferentes momentos de la historia. Es interesante, por ejemplo, cómo el Romanticismo francés lo convierte en un icono en términos de rebeldía y nacionalismo. En la recuperación de la memoria no sólo de Vercingétorix, sino del pasado remoto de Francia, es clave la figura de Napoleón III, que interesado en este tema no dudó en sufragar de su propio tesoro las excavaciones que darán con las ubicaciones de Alesia (otro punto de conflicto en la historiografía francesa que se explica en detalle) y Gergovia, y los monumentos que hoy recordamos de Vercingétorix.

Otros autores como Jullian ven en Vercingetórix un gran estratega que ante sus últimas opciones prefiere entregarse tras la derrota de Alesia para evitar la murte de más de sus hombres puesto que su destino está ya sellado. Jullian, así, hace una interpretación de los silencios y acotaciones de diversos pasajes de César como la forma en que éste omite o rodea hechos incómodos o que no le benefician, incluso que no se centran en el propio César, como por ejemplo la religiosidad de los galos (que él mismo dice que es muy importante y que luego no vuelve a aparecer) o el papel de los druidas en los pueblos en guerra. Para Jullian, Vercingétorix es un patriota que vislumbra la unión de los pueblos galos contra la tiranía de una fuerza extranjera y es Roma la que provoca la caída de una cultura que, de otro modo, podría haber florecido, dice, al nivel de Egipto o Grecia.

Tras la liberación de Francia y consumido el régimen colaboracionista de Vichy, la historiografía francesa se replantea de nuevo la figura de Vercingétorix

En los años 40 ya del siglo XX, Carcopino afirma que si Vercingétorix no consiguió su objetivo contra los romanos no fue por ellos, sino por tener que enfrentarse a la enemistad y la división de unas tribus embrutecidas, casi salvajes. El autor los define como insensatos, ingenuos, presuntuosos, cobardes, simples… El propio Carcopino pone en relación la colonización romana con la invasión alemana que le es contemporánea. Ahí llegamos a un punto interesante: tras la liberación de Francia y consumido el regimen colaboracionista de Vichy, la historiografía francesa se replantea de nuevo la figura de Vercingétorix: Las ideas anteriores un líder de la resistencia gala, de patriota y de patria misma parecen conceptos transpuestos del presente al pasado. En realidad, la romanización de la Galia no parece que fuera una ocupación militar como la de la Alemania nazi, sino más bien de carácter comercial y cultural.

En la misma línea, el historiador Harmand va más allá: Vercingétorix sería un agente de César, tomando malas decisiones que llevaran a la derrota de sus aliados. En cambio, Pierre Grimal es de la opinión de que Vercingétorix podría haber sido el instrumento del estamento religioso, el único al que no le interesaba el cambio en la sociedad gala, pese a que no hay evidencias históricas de su papel en los levantamientos del 52 ac.

César contra Vercingétorix

Para Deyber y Romeuf, Vercingétorix quiso repetir el éxito de Gergovia en Alesia, con la esperanza de embolsar a un debilitado ejército romano, pero dependía de los refuerzos externos, que no llegaron en el número esperado. ¿Fue esta falta de solidaridad entre los pueblos galos, esa volubilidad que ya en aquel tiempo advertía Posidonio, lo que llevó a la derrota en Alesia? Lo cierto es que hay que para decidirlo hay que tener en cuenta la manera de pensar de aquellos pueblos, que ciertamente se escapaba a los romanos de la época y por ende, mucho más a nosotros. Olivier explica que la relaciones clientelares de los galos (nótese que la denominación ya indica una lectura romana del término) establecían un vínculo muy fuerte entre el líder y sus partidarios, de manera que el poder que se generaba a veces era tan tentador como para desestabilizar los concilios de las tribus. Para los galos, que utilizaban un sistema monetario sólo desde hacía 200 años, la moneda no era tanto un medio para amasar fortuna, sino un ejercicio de confianza y compromiso entre emisor y receptor. Algo que tampoco supieron leer bien en Roma. Brunaux es de la opinión de que habrían sido los druidas los instigadores de la rebelión gala: tenían el dinero del culto para financiar el levantamiento, la unión entre tribus apelaba a una cultura compartida incluso con sus primos más allá del mar en Britania, y eran los que más veían peligrar su modo de vida en una Galia romanizada. Eran la élite de aquella sociedad, no pagaban impuestos, resolvían conflictos y, en suma, eran la autoridad, a pesar de que Roma intentó frenar su poder favoreciendo poderes senatoriales electos o nombrando reyes entre las tribus.

Conclusiones

Olivier tiene ante sí un titánico trabajo de sintetizar la interpretación que del líder arverno se ha hecho a lo largo de la historia, y sale airoso con buena nota, con un trabajo apabullante, que nos va orientando a través de los diferentes puntos de vista históricos. Ha repasado multitud de ellos, con una pericia expositiva tal que parece que lo que estamos leyendo va a ser el razonamiento definitivo, cuando a continuación viene otro de signo contrario. ¿Qué hacer con esa miríada de visiones diacrónicas? Nos podemos apoyar en los textos, que como ya indicamos, pueden ser parciales u omitir, deliberadamente o no, información, sea por desconocimiento, malicia o conveniencia. Ante ello, tenemos las evidencias materiales, pero tan frágiles, que necesitan prácticamente de la misma reconstrucción e interpretación que las palabras. ¿Así pues, qué creer, qué entender? En su conclusión, nos dice, Vercingétorix, en cada generación, habla más de nosotros mismos que de él. En el fondo, el líder arverno, igual que César, existe

“solo en la memoria del pasado de este período; es decir, en forma de actualización constante. Y la veracidad de esta reapropiación tiene sentido, en relación con nosotros, como evocación de la realidad; es decir, como ficción: ficción como reconstrucción (invención), y, sobre todo, como una llamada a la realidad.”

Una de las conclusiones, por tanto, será que la verdad de Vercingétorix está en lo que significa hoy, para nosotros, en sus errores y confusiones. César contra Vercingétorix es un libro vibrante. Quizá se atasque un poco en su parte central, con la reiteración de ideas ya expuestas con anterioridad, pero una vez se encarrila de nuevo, se lee con deleite y verdadero interés. No en vano en libro ganó en Francia el Premio Louis-Castex de la Academia Francesa 2020.

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Filólogo, profesor de Literatura en Secundaria, crítico de cómic en varias publicaciones y coautor del cómic El joven Lovecraft. Bloguero decano en Cisne Negro.