‘El nom del món és bosc’, de Ursula K. Le Guin

Una metáfora en clave de ciencia-ficción que nos habla de la destrucción del paraíso

Aitor Poza
Papel en Blanco

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En el epílogo de la edición que Raig Verd publicó de esta obra, Ursula K. Le Guin empieza diciendo que para ella la escritura es un trabajo difícil aunque agradable, si bien en este caso se invirtieron las tornas: Escribir El nom del món és bosc fue fácil pero desagradable. La verdad detrás de esta afirmación la encontramos más adelante, cuando sabemos por ella que escribió el libro en 1968, en una estancia en Londres. Por aquel entonces Ursula ya había participado en Berkeley, su ciudad natal, en diversas manifestaciones no violentas por la paz, primero en contra de los ensayos de las bombas atómicas y luego en oposición a la guerra de Vietnam. Sin embargo, en ese año la guerra, hasta entonces liderada por los norteamericanos, se recrudeció y cambió de rumbo. Le Guin comenta que, junto a las matanzas, también aumentaron las mentiras y la hipocresía en los medios de comunicación. Siguiendo sus palabras, se impuso una “ética de la explotación”, cuyas consecuencias pasaban por la deforestación y la destrucción de tierras de cultivo, así como el asesinato de civiles. Ante esta situación, el activismo de la autora halló en la escritura su vía, siendo esta obra el resultado: La rabia y la impotencia por la situación imperante dieron rienda suelta a la pluma de Le Guin, dando lugar a un libro cuya lectura acaba siendo incómoda y que ganó el premio Hugo en 1973.

Magnífica la edición que reseñamos, de Raig Verd

No es extraño encontrar paralelismos entre Vietnam y el planeta Athshe, con campamentos de explotación maderera gestionados por el ejército terráqueo, donde trabajan colonos de la Tierra (aquí Terra) que son asistidos en sus tareas por algunos locales, los llamados “criatins”. Estos son unos primates verdes, una escisión evolutiva de nuestra especie que fue traída a este mundo por una civilización alienígena intergaláctica, y que personalmente me gusta visualizar como perezosos. Los “criatins” son una especie pacífica, perfectamente adaptada al medio boscoso, que da una importancia fundamental a los sueños, de forma que estos se hallan imbricados con la misma realidad. Los sueños guían y sanan sus vidas, y algunos individuos son incluso capaces de manipularlos, pero sus ritmos circadianos les hacen ser una mano de obra poco útil para los colonos, que además acostumbran abusar de ellos. La situación parece abocada a un enfrentamiento abierto cuyas consecuencias pasan por la destrucción del modus vivendi de toda una especie.

La historia de El nom del món és bosc es contada por tres personajes muy diferentes unos de otros: Davidson, un oficial del ejército que actúa como comandante en jefe de un campamento de leñadores, abanderado de la anteriormente mencionada ética de la explotación; Lyubov, un antropólogo crítico con la forma en que se articula la colonia, encargado de estudiar la especie local y sus costumbres; y Selver, uno de los pobladores autóctonos, que ha padecido en primera persona los abusos de los colonos. A diferencia de lo que pudiera parecer a simple vista, Le Guin huye de planteamientos maniqueístas, ofreciéndonos una caracterización compleja y realista de sus personajes y situaciones. Esta pluralidad de voces narrativas contribuye de forma decisiva a la hora de transmitir al lector una imagen vívida y exhaustiva de la realidad, en base a yuxtaponer progresivamente las diversas impresiones de los personajes , de manera que el lector acaba teniendo un fresco inequívoco de la singularidad de la vida en el planeta Athshe.

Volviendo al epílogo con el que Ursula cierra su libro, en él la autora afirma que su intención con la novela era huir de todo afán moralista y centrarse en la descripción de los elementos culturales y la relación con el medio de los habitantes originarios de Athshe. Sin embargo, la crueldad de la historia acaba superponiéndose a los elementos antropológicos susceptibles en sí mismos de describir una relación ideal de convivencia con el medio natural que refleja la popularización de los postulados ecológicos que se había dado desde la década de los años 60. Por contra, todo el horror y la locura implícitas en la naturaleza de cualquier conflicto campan a sus anchas en las páginas de una obra cuyo objetivo es poner de relieve la desaparición de un paraíso, un proceso del cual abundamos en ejemplos con sólo echar un vistazo a la historia de la humanidad.

Puedes hacerte con este libro en tu librería de confianza, tanto en la edición reseñada de Raig Verd, en catalán, como en la de Minotauro, en castellano.

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Combino la docencia en un instituto público de secundaria con un interés personal por promover la lectura. Sólo escribo acerca de lo que me gusta, sin spoilers.