‘El único indio bueno’, de Stephen Graham Jones

Un slasher sobrenatural y un retrato desmitificador del nativo norteamericano

Aitor Poza
Papel en Blanco

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El único indio bueno

“El único indio bueno es el indio muerto” es una cita, erróneamente atribuida al general Custer (aquel oficial de caballería que moriría con las botas puestas en la batalla de Little Bighorn), con la que estamos familiarizados los que somos acérrimos seguidores del western cinematográfico. El humor negro implícito en estas palabras (realmente pronunciadas por el general Philip Sheridan, que también estuvo involucrado en las Guerras Indias) está presente en la novela que nos ocupa, El único indio bueno (The Only Good Indians), ganadora de los premios Shirley Jackson, Bram Stoker y Ray Bradbury, así como nominada al Locus y el World Fantasy de 2020, y que viene firmada por Stephen Graham Jones, un autor norteamericano, poco conocido en nuestro país, cuya ascendencia es nativa, concretamente de la tribu de los Pies Negros.

Admito, no sin cierto reparo, que llegué a este libro por la espectacular portada de la edición castellana, obra de Rafael Martín Coronel, que publica La Biblioteca de Carfax, una editorial que últimamente se ha convertido en referente imprescindible dentro del género de terror. Enfrentado a esta ilustración, no pude sino recordar el episodio Deer Woman (La mujer ciervo), incluido en la serie de TV Monsters of Horror y que dirigía el mítico John Landis, al que tanto debemos los fans del género fantástico. Algún ignoto mecanismo debió dispararse en mi cabecita y decidí buscar información de esta novela y de su autor, de forma que supe tanto de su adscripción dentro del terror como de que estaba escrita desde una perspectiva nativo-americana, así que sin pensármelo dos veces decidí darle una oportunidad, y ¡vaya si me alegro!

Estamos ante una novela que bebe claramente del género slasher, que aquí se mezcla con pinceladas góticas, y que cuenta en su haber con puntos fuertes como la caracterización de sus personajes

No creo destriparos nada si os cuento que estamos ante una historia de venganza, cruda y sin concesiones, que no escatima elementos gore, con una participación sobrenatural que entronca con el folklore nativo norteamericano. Su historia es una de esas que nos recuerdan que el pasado nunca olvida y que siempre está dispuesto a volver y llamar a tu puerta, sin importar el tiempo transcurrido. Ni que sea diez años después del suceso que desencadenará la acción de la novela, una auténtica masacre de ciervos perpetrada por cuatro amigos que deciden internarse, en víspera de Acción de Gracias, en los terrenos de la reserva que son de disfrute exclusivo para los ancianos de la tribu. Los ecos de sus rifles resonarán en el tiempo y, casi una década después, algo despertará para cazarlos de uno en uno.

El punto de partida del argumento se basa, en palabras del propio autor, en un suceso real de su infancia, cuando su tío le detuvo cuando estaba a punto de disparar sobre una madre osa grizzly. Y es que la caza es uno de los temas de fondo de este libro y que, al parecer, actuó como un desafío para el escritor, quien quiso que el producto final mereciera la veracidad que cualquier cazador pudiera buscar en su relato.

Estamos ante una novela que bebe claramente del género slasher, que aquí se mezcla con pinceladas góticas, y que cuenta en su haber con diversos puntos fuertes, siendo uno de ellos la caracterización de sus personajes, todos ellos indios norteamericanos (Pies Negros, como el propio autor) en la actualidad, a los que se dota de una credibilidad indiscutible, y con los que el lector no tarda en conectar y simpatizar. Graham Jones consigue esto en parte gracias a hacernos partícipes de la intimidad de sus pensamientos, un trabajo psicológico que resulta soberbio en el caso de Lewis, y cuyo sutil desarrollo a medida que avanza la trama posiblemente nos desconcierte a la par que nos lleve a plantearnos diversas preguntas sobre el personaje. Este personaje, sobre el que pivota buena parte de la novela, es también significativo desde el momento que encarna el camino que unos pocos nativos optan por seguir fuera de sus comunidades, dejando atrás la reserva, y que acaba en un mundo cuyos valores y creencias nada tienen que ver con los que les vienen dados por su cultura nativa; un mundo, el del hombre blanco, donde las cosas nunca son todo lo fáciles que serían de desear y al que se alude en la forma de sucintos comentarios que denotan una clara voluntad de crítica social por parte del escritor. Por el otro lado, la contraposición con el personaje de Lewis viene dada por Gabe y Cassidy, quienes han (mal)vivido siempre en la reserva porque no conciben otra cosa, y Denorah, la hija de Gabe, una quinceañera para la cual el baloncesto es su pasión y su posible vía de escape de las tierras que la vieron nacer.

Estos personajes ejemplifican otro de los elementos más atractivos del libro, que pasa por la destrucción de la imagen idealizada del nativo norteamericano y de sus tradiciones, aun reconociendo el peso que a día de hoy todavía mantienen en sus vidas. Así, en las páginas de la novela, asistiremos al contraste de dos mundos coexistentes, el tradicional y el moderno, donde, por ejemplo, aunque la iniciación simbólica a la vida adulta sigue dándose bajo la lona de una cabaña de sudar, hoy en día es previo pago de un puñado de dólares, o donde el baloncesto (otro de los temas recurrentes de la obra junto al de la caza) se convierte en el espectáculo estrella que permite reivindicar y mantener bien alto el orgullo de un pueblo.

Stephen Graham Jones, el autor de esta maravilla que es El único indio bueno

Otro de los puntos fuertes de este El único indio bueno es la experimentada pluma de Stephen Graham Jones quien, desde el bagaje que le proporciona llevar a sus espaldas más de veinte libros publicados antes de los cincuenta, así como su plaza de profesor universitario de inglés, viste literariamente un género, el del terror, que no sólo no acostumbra tener el reconocimiento de otros sino que suele ser objeto de críticas dirigidas contra su escasa calidad. No me malinterpretéis, no estamos ante alta literatura, pero sí que se trata de una novela muy bien escrita y con un estilo más cuidado del que es habitual para un contenido de consumo rápido como el que ha sido descrito como un slasher, pero que no actúa en ningún momento en menoscabo del ritmo de lectura. De hecho, el libro es un auténtico pasa-páginas desde la primera escena con la que se abre la acción hasta el frenético final, con una cualidad cinematográfica evidente que invitaría, en mi opinión, a una adaptación televisiva en forma de miniserie.

En definitiva, El único indio bueno es una buena novela de terror, intensa y cruda por momentos, sin renunciar por ello al humor como válvula de escape (es un libro tremendamente divertido), que nos regala un retrato actual, crítico y creíble de la realidad de los diversos pueblos nativos norteamericanos, y que a mí personalmente me ha entusiasmado y puesto a su autor bajo mi radar. ¿Os he dicho ya que nada más acabarla corrí a mi librería de confianza para hacerme con Mestizos, la otra novela que el autor tiene traducida al castellano?

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Combino la docencia en un instituto público de secundaria con un interés personal por promover la lectura. Sólo escribo acerca de lo que me gusta, sin spoilers.