‘Fellini en Roma’, de Tyto Alba: sueños y memorias de la Ciudad Eterna
Tyto Alba se siente cómodo en el territorio de la biografía. Si en La casa azul, nos ofreció un homenaje a dos figuras que encarnaban la múltiples caras de México, Frida Kahlo y Chavela Vargas, más tarde en La vida se acercaba a la historia del desconocido pintor Carles Casagemas, íntimo amigo de Picasso. En Tante Wussi, además, indagaba en la historia familiar de su pareja para trazar un fresco entre la guerra civil española en Mallorca y la Segunda Guerra Mundial en Alemania.
En su última obra, Fellini en Roma, publicada por Astiberri, Alba nos presenta a un Federico Fellini ya anciano, insomne, que para distraerse de sus largas noches de desvelo se dedica a pasear por la ciudad eterna hilando sus recuerdos. A veces, también, sueña y al despertar registra sus oníricas andanzas en un cuaderno, todo por recomendación de su psiquiatra. En este desfile de noches interminables, Fellini desgrana sus recuerdos de vida: su llegada a la capital y sus infructuosos primeros pasos como dibujante, su descubrimiento del séptimo arte, la erótica de la experiencia comunitaria de la sala de cine. Entre realidad y ficción, desfilan rostros como los de Rossellini, Dalí, Mastroianni, Pasolini, Ingmar Bergman, el papa Juan XXIII, o el mismo Dick Tracy.
Hay dos protagonistas en esta obra. Uno es Fellini, obviamente. Pero el otro es la propia ciudad de Roma. Advertidos desde el título, la ciudad se configura como un personaje a través de sus calles y de los peripatéticos paseos del director de cine. Desde su origen mítico, que Fellini parece atisbar en un día de niebla en el parque, hasta sus barrios más populares, pasando por la ciudad monumental, el descubrimiento de Roma es un espectáculo constante, como nos enseña una familia burguesa que al acabar de cenar sale, simplemente, a recorrerla.
De las novelas gráficas de Tyto Alba, ésta es la que resulta más etérea y onírica. El mismo punto de partida que emplea hace que el relato se articule sobre una estructura frágil y cambiante. Pero al mismo tiempo, a pesar de que esos recuerdos de Fellini articulen su conciencia, el cómic no se centra en ello. Si así fuera, resultaría un retrato más bien borroso. Alba intenta, más bien, capturar la esencia de una época: de una ciudad intemporal (“de una tranquilidad profunda, otro ritmo, otra sensación del tiempo, africano, prehistórico”), cuyos sueños se fabrican en Cinecittà. La prueba de vida de Fellini es el arte: son las películas, pero también los fumetti, el arte funerario de los cementerios, el teatro, el circo… Todo en medio de una existencia frágil e inconsistente como un sueño.
Creo que hacen falta varias lecturas para desentrañar todas esas sensaciones de Fellini en Roma. Alba continúa en la línea que le ha granjeado muy buenas críticas en La vida o Tante Wussi, y ésta, aunque no sea su obra más completa, logra crear un ambiente que atrapa al lector.
