‘La danza de los árboles’, de Pau Ferrón

Una original fantasía que nos habla de pertenecer a una comunidad

Enric Pujadas
Papel en Blanco
Published in
4 min readJun 27, 2023

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Entre la multitud de novedades que nos llegan todos los meses, creo que somos muchos los que dedicamos una buena parte de nuestro presupuesto a autores que ya conocemos. Para probar un autor nuevo, todos tenemos nuestros métodos. Todos tiramos de recomendaciones de amigos, claro, pero posiblemente los libros que nos recomiendan son los mismos que están en boca de todos. De autores premiados, o muy publicitados. Los mismos que todos los medios especializados o generalistas están reseñando. Incluso cuando uno es fiel seguidor de las noticias de un determinado género, es fácil ver las novedades del més y encontrar una plétora de autores que ni te suenan. En este panorama el autor novel lo tiene muy crudo, más aún si lo publica una de tantas editoriales pequeñas, a menudo con pocos años a sus espaldas, cuya capacidad de promoción es limitada. Todo esto lo digo, evidentemente, porque voy a intentar convenceros de que os gastéis vuestro dinero en un autor novel del que, a menos que estéis muy atentos a la escena de los juegos de rol patrios, es muy probable que no conozcáis. Bueno, y también porque yo también he estado ahí, y sé lo duro que es.

La primera novela de Pau Ferrón transcurre en una ambientación muy original y su historia sabe aprovecharla al máximo.

Es tan original que ni siquiera hay un subgénero terminado en “punk” para describirla.

Así pues, ¿en qué destaca La danza de los árboles? Es fácil decir que en el “world building”. El mundo es tan original que nuestros protagonistas ni siquiera tienen tierra bajo sus pies. Viven en gigantescos árboles-estado que flotan en un gigante gaseoso. Para ello deben mantener una relación con el árbol que podría considerarse simbiótica pero es hasta cierto punto parasitaria. Los habitantes del árbol Eligos no solo cultivan sobre el árbol y comen sus frutos. Algunos tienen la habilidad de moldear la madera y ajustarla a sus necesidades. Pero más peliagudo aún es mantener el árbol fuera de los gases que son nocivos para los humanos, en contra de sus instintos. Ferrón consigue construir toda una sociedad adaptada a vivir en este equilibrio, y lo llena de detalles de la vida cotidiana que consiguen que resulte perfectamente creíble. Sus relaciones con otros árboles, su sistema político, sus clanes familiares. Todo tiene sentido solo en este mundo de árboles que se encuentran solo muy de vez en cuando. Es tan original que ni siquiera hay un subgénero terminado en “punk” para describirla.

Y lo mejor es que la trama entera sabe apoyarse en los elementos únicos de este entorno tan extremo, más propio de una novela de ciencia ficción que de una de fantasía, para contar una historia que solo podía contarse en este mundo.

Y lo mejor es que la trama entera sabe apoyarse en los elementos únicos de este entorno tan extremo, más propio de una novela de ciencia ficción que de una de fantasía, para contar una historia que solo podía contarse en este mundo. Hasta el punto en que uno se pregunta qué fue primero, la historia o el mundo. Los árboles son comunidades aisladas, y aportar a la comunidad lo es todo. Cuándo las cosas empiezan a torcerse (y no quiero spoilear, pero vaya si se tuercen) cada personaje deberá decidir si aprovecharse de la situación para su propio beneficio o poner por delante los intereses de la comunidad. Incluído el propio árbol, que siente de una forma muy distinta y tiene sus propias necesidades.

Pero quizá lo mejor de la novela es el ritmo. Empieza con un asesinato y crees que ya sabes de que va a ir la trama. Pero la motivación de ese asesinato es compleja, y afecta a una trama política que se complica gradualmente. Al mismo tiempo que aparece una amenaza que se agrava y antes de que aparezca una segunda amenaza. Y el camino moral que tienen que recorrer nuestro generoso plantel de personajes tampoco es fácil y todo se precipita más rápido de lo que esperabas hacia un final trepidante. Un final que solo podría producirse en esta situación concreta, en este mundo concreto.

No es que la novela no tenga ningún fallo. En alguna ocasión el autor se olvida de aquel famoso consejo de escritura “Mostrar, no contar” y nos dice qué debemos opinar de algún personaje. Y por la brevedad de la novela, alguna escena de acción se resuelve de forma un tanto precipitada. Son nimiedades en medio de lo que ha conseguido el autor. Los personajes nos hacen pensar en Ursula K. Le Guin y algunas criaturas en Nausicaä, pero sin caer en burdas imitaciones. Pau Ferrón había publicado algunos cuentos en antologías de relatos que ya apuntaban maneras, y en el mundillo de los juegos de rol se le conoce por Sombras de Voirlan (Ed. Shadowlands, 2022), pero aquí va mucho más allá. Si esta es su primera novela, cómo será la segunda.

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Escritor y guionista. Lector compulsivo de premios Hugo y Nebula. Dolmen acaba de publicar mi último cómic “Las Olimpiadas del Sufrimiento”.