‘La edad de la inocencia’ cumple su centenario

Cátedra reedita el clásico de Edith Wharton en su colección Biblioteca del Siglo XX

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La edad de la inocencia

La edad de la inocencia pertenece a esa categoría de obras escritas durante la Gran Guerra o la posguerra en las que los fantasmas de la conflagración se resisten a descansar. Se infiere de ese sentimiento de pérdida que llevó a la autora a escribir la novela y en su aguda conciencia del devenir de la historia y la caducidad de la vida.

Situada en el Nueva York de su niñez, constituye ‘una mirada atrás’ a un mundo íntimamente conocido, plasmado en todo su conformismo y su pertinaz mediocridad. La edad de la inocencia es una de las obras más íntimamente ligadas a la biografía de la autora, no solo porque en ella reproduce al detalle la sociedad en la que creció, sino también porque al hacerlo vertió muchos de los sentimientos que marcaron el momento de escribirla.

La edad de la inocencia

En su reveladora autobiografía, Edith Wharton nos relata una infancia llena de bienestar material, buena cocina y ropa cara. Pero lo que se trasluce es la imagen de una niña solitaria, que entabla una apasionada relación con los perros y con el sonido de las palabras. No recibió una educación formal, pero aprendió idiomas con una institutriz alemana y leyó todo cuanto cayó en sus manos que su madre no censurara. En su vida adulta, Edith emprenderá su particular huida a través de los que serán los dos pilares centrales de su vida: la creación de casas y jardines y la escritura. Estas actividades se entrelazaban simbióticamente y no es casualidad que en sus memorias utilice una imagen espacial, ‘el jardín secreto’, para referirse a su vocación literaria.

Para la realización de esta edición de La edad de la inocencia Cátedra ha acudido al texto que hoy se tiene por estándar, que es el que Edith Wharton revisó minuciosamente para la sexta tirada de la primera edición. Algunas notas a la traducción ayudan a comprender las muchas referencias topográficas, literarias y culturales que Edith Wharton utiliza de forma evocativa para reconstruir ese mundo.

La lectura de La edad de la inocencia no decepciona, todo lo contrario. La elegancia con que está tejida su trama memorable, la verdad existencial de los conflictos que plantea y su capacidad para generar nuevas lecturas sugieren la vitalidad de un texto que trasciende a cualquier edad y por ello merece la noble etiqueta de clásico de la literatura universal.

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