‘La lluvia de fuego’/’Yzur’, doblete modernista de Leopoldo Lugones
Leopoldo Lugones es una de las voces del modernismo argentino más influyentes y reconocidas. No sólo en su faceta de poeta, sino también como escritor de cuentos. Como buen modernista, siguiendo la línea que había trazado Rubén Darío u Horacio Quiroga, y Edgar Allan Poe antes de ellos, se sintió atraído por el relato fantástico, un género que cultivó y en el que se prefigura el realismo mágico -en el sentido amplio de este concepto- de un Borges o un Cortázar. Así lo manifestó el propio Borges en varias ocasiones, un autor que conoció personalmente a Lugones, como recordamos en su poesía.
La diferencia entre uno y otro empleo de la fantasía (la modernista y la del realismo mágico de la literatura del XX) radica en el creciente escepticismo filosófico del siglo XX. La postmodernidad llevó a un pensamiento relativista en el que cualquier punto de vista está constantemente sujeto a revisión y a descrédito. Pero el modernismo marca quizá el último estertor de un pensamiento filosófico-mágico: la teosofía de Blavatsky, la magia de Crowley, el espiritismo con el que comulgaba Conan Doyle… Este caldo de cultivo de la época fue el que propició toda una literatura fantástico-ocultista, como la que encontramos en estos dos relatos de Lugones editados por Yacaré: La lluvia de fuego (Evocación de un descarnado de Gomorra) e Yzur. Dos relatos geniales, editados en el mismo formato de otro que comentamos hace poco, El poli y el himno y El regalo de los Reyes Magos, de O. Henry.
Magnífico artífice de la palabra, Lugones es uno de los escritores argentinos más importantes de finales del XIX y principios del XX. Escribió novela, cuento, poesía y fue Premio Nacional de Literatura en 1926. Se sintió atraído por el simbolismo francés y la estética modernista de Darío. En 1906 publica Las fuerzas extrañas, volumen de narraciones breves en las que se incluyen estos dos cuentos. La lluvia de fuego (obra maestra, en opinión de Borges) es una exquisita crónica en primera persona del fin del mundo, un ejercicio de estilo decadente ambientado en un paisaje y tiempo exótico, como el modernismo demandaba. Yzur, en cambio, con cierto aparato cientifista de fondo, pretende ir en otra dirección: el de la incerteza del método científico. Nos encontramos con un relato a medio camino entre el relato modernista y el cientifista, revelándose en él la confluencia de la imaginería de Wells y la fantasía gótica de Poe.
Me interesa especialmente Yzur. Así como La lluvia de fuego es un relato del fin que se complace en su atmósfera decadente y en las horas postreras del suntuoso protagonista (recordemos la relación insana de la muerte con el autor, que acabaría suicidándose en 1938), en Yzur, al igual que había hecho Rubén Darío en alguno de sus cuentos, el narrador pone a prueba los límites de la ciencia para demostrarlos finalmente borrosos. Lugones plantea el problema del lenguaje en el mono tratando de establecer una relación entre lo real y lo irreal, lo que lleva al relato más allá de lo puramente modernista. La narración es ágil y vivaz, ya que Lugones emplea con frecuencia la oración breve y sintética, pero lo que sí es siempre deslumbrantemente modernista es el lenguaje usado, pulido como una perla, melódico como una lira.
En el apartado gráfico, Carlos Cubeiro se encarga de poner imágenes a las palabras del argentino. Sus dibujos buscan lo esencial, pero tienen al mismo tiempo una pátina sucia. Su simbolismo recurrente acaba por ser atractivamente complementario a la prosa de Lugones.
Yacaré recupera con acierto estas dos obras de Lugones que todo lector de género fantástico, y, sobre todo, cualquier amante del fin de siglo, agradecerá en su biblioteca.
