‘Las indignas’, de Agustina Bazterrica

Una distopía perturbadora narrada a través del diario de una adolescente sometida a un culto religioso

Marcela Fernández
Papel en Blanco

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La autora de Cadáver exquisito (2017), obra ganadora del premio Clarín en 2017 y cuya traducción al inglés — Tender is the flesh (2020) — merecería el premio de novela Ladies of horror fiction en 2021, Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974) publica su segunda novela, Las indignas.

Agustina Bazterrica, fotografiada por Denise Giovaneli

Si en Cadáver Exquisito la autora imaginaba una sociedad en la que, a raíz de la contaminación de la carne por un virus, se legalizaba el canibalismo, en 2023 presenta otra novela inquietante, una historia que ocurre después del «gran apagón» y de varias crisis climáticas:

Mi madre me había hablado de esos teléfonos, cuando había Internet, me dijo. Cuando todavía el mundo creía que Internet iba a durar para siempre. Ahora eran inservibles. Pantallas negras y silencio. Eso decía mamá, pantallas negras y silencio, y me mostraba su celular inútil, me contaba cómo había sido el mundo antes, cómo la gente hacía todo en esas pantallas, cómo se creía que en algunos países el motivo por el cual cortaron la electricidad había sido para evitar que se apagara su dominio, su independencia, sus ansias de dominar a su creador. Y cómo después del apagón definitivo no hubo manera de recomponerse, reconstruir, reiniciar el mundo, porque la naturaleza hizo el resto con un grado de devastación nuevo.

En este mundo, imaginado a partir de algunos miedos propios de nuestro tiempo, la protagonista y narradora anónima se encuentra resguardándose en un monasterio abandonado y ahora habitado por una especie de secta religiosa que le sirve de refugio: la Casa de la Hermandad Sagrada, donde algunas errantes, como ella, van a parar.

¿Qué hice, desde dónde vine, cómo sobreviví? No lo sé, algo se quebró en mi memoria que no me deja recordar.

‘Las indignas’, de Agustina Bazterrica (Alfaguara, 2023)

Bazterrica busca desestabilizar al lector, inquietarlo y perturbarlo con imágenes grotescas. Pero, más allá, quiere moverlo a pensar los orígenes de esa incomodidad. El universo en el que viven las indignas — junto a las siervas, las elegidas, las iluminadas — es oscuro y opresivo. Las mujeres están sometidas a «Él», de quien saben poco o nada, y de la estricta Hermana Superior, perversa y brutal. Las torturas y prácticas sangrientas de las integrantes de la Hermandad son muestras de manipulación y lavado de cabezas. El castigo corporal, el dolor autoinfligido, la pérdida de la identidad, todo ello son decisiones que las que llegan deben aceptar sin rechistar, explorando los límites entre la crueldad y la sororidad, entre la abnegación y el sacrificio. La individualidad extrema a la que en este futuro oscuro los seres humanos han llegado se muestra en la indiferencia de la protagonista ante los castigos, sacrificios de sangre y mutilaciones de sus compañeras, absolutamente desapegada al dolor de las demás en un principio. La crueldad ocupa todos los espacios.

En Las indignas, la autora crea un universo sin futuro, donde, a pesar de la oscuridad y la violencia, hay quienes pretenden desafiar la opresión, aferrándose a una mínima esperanza propia de un pasado que no conocen. La novela, simulando los diarios o escritos de una indigna a espaldas de sus superiores, brinda una perspectiva iluminadora, un intento de que, de alguna manera, otras después que ella puedan saber que ella, y todas, estuvieron en ese lugar, en un mundo que dejó de existir:

Quizás, algún día, en algún ahora del futuro, alguien las lea y sepa que existimos. Que fuimos parte de una Hermandad Sagrada que vivió en un fragmento de tierra que se mantuvo pura, resplandeciente gracias a la piedad de las Iluminadas. O quizás estos papeles se conviertan en cenizas y vuelvan a la tierra, abonándola, nutriendo las raíces de un árbol y nuestra historia sea comprendida por esas hojas que oxigenan el mundo colapsado.

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