‘Mi bella vampira’, de Katie Skelly

Una historia de chupasangres en clave pop

Josep Oliver
Papel en Blanco
Published in
3 min readApr 1, 2022

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Mi bella vampira

Clover es una preciosa y sexi chica vampira que vive bajo el yugo de su hermano Marcel, quien la tiene encerrada en casa como si fuera un bien preciado, una virgen que nadie debe conocer jamás. Un día logra escapar y va dejando a su paso un sinfín de víctimas a las que seduce implacablemente absorbiendo su preciada sangre con una violencia descontrolada.

Pero Clover quiere abandonar su condición de vampira y continúa su liberación intentando hacer lo que hacen las demás chicas normales: salir de fiesta, beber y relacionarse con todos los chicos que le atraen (matándoles después). ¿Conseguirá Clover encontrar la fórmula ideal entre su lujuria y sus ganas de aniquilar? ¿Logrará Marcel volver a encerrar a Clover?

Skelly juega con la apariencia naïf de su estilo y la disonancia que crea con el contenido lisérgico y erótico que propone

La narrativa vampírica ha sido desde sus inicios un gran contenedor en el que enmarcar los más diversos temas sociales, pero con una predilección especial por la libertad del ser humano, sobre todo en cuanto a su cuerpo y su sexualidad. Si el saque inicial de todo ello, el Drácula de Stoker (1897) ponía sobre la mesa la moral victoria y la represión sexual, desde entonces la metáfora vampírica ha funcionado a las mil maravillas para este propósito. No olvidemos cómo, a principios del siglo XXI, la saga Crepúsculo insufló nueva no-vida a este no-muerto devolviendo la imaginería del chupasangres al conflicto adolescente.

Mi bella vampira

Pero Mi bella vampira va más allá, porque aunque posiblemente beba de ese retorno que representó la saga de Stephenie Meyer, es sobre todo un homenaje al espíritu de los vampiros pop sesenteros de la gran pantalla, pero también a las series de cómic erótico de la década posterior (Las tribulaciones de Virginia, Jodelle, Barbarella, pero también sus derivados: ¿alguien recuerda a Uranella?).

Mi bella vampira

Con una sentido de la narrativa directo y un abanico de influencias de lo más variadas, desde los dejes estéticos indies y del manga, hasta ese ambiente nebuloso y onírico de las películas de la Hammer, las sectas sexuales de Kubrick en Eyes Wide Shut, y más concretamente las sagas de vampire exploitation como las que rodaba Jess Franco, que aunaban erotismo (si no pornografía) con un leve horror como excusa narrativa. En el caso de Mi bella vampira, los préstamos a este género cinematográfico son circunstanciales: la historia sí que arroja algo más de profundidad, ya que, aunque no sea demasiado compleja, nos habla de la pulsión adolescente de la rebeldía y la violencia, canalizada por la sed de sangre de Clover. Skelly juega con la apariencia naïf de su estilo y la disonancia que crea con el contenido lisérgico, como de mal viaje, y erótico que propone. La presente novela gráfica es una interesante recuperación de esa estética vintage, porque recupera también el espíritu de una época en la que se soñaba con una libertad que más tarde el VIH, también relacionado con la sangre, se encargaría de destruir.

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Filólogo, profesor de Literatura en Secundaria, crítico de cómic en varias publicaciones y coautor del cómic El joven Lovecraft. Bloguero decano en Cisne Negro.