‘Pyongyang’, de Guy Delisle
El mejor reportaje que puedes leer sobre Corea del Norte
“El mejor reportaje sobre Corea del Norte que existe es un cómic”, dijo un crítico. Y tras leer Pyongyang de Guy Delisle lo suscribo enteramente. Estamos ante un trabajo de novela gráfica-reportaje equiparable a los de Joe Sacco o Art Spiegelman. Delisle, canadiense, es uno de tantos profesionales de la animación enviado a la capital de Corea del Norte a supervisar el trabajo que las grandes compañías deslocalizan ahí. Un año entero en el último universo estalinista del planeta. Y, con un trazo ingenuo y una mirada perpleja, su relato comienza.
Un reducto olvidado y estanco en donde el tiempo se mide desde la concepción del líder. Dónde el culto a la autoridad confunde al padre y al hijo, que presiden desde las paredes de cada edificio y las solapas de cada chaqueta en forma de pin. Dónde una de cada dos personas es un delator. Dónde cada hombre es un soldado con un fusil de madera por arma. Donde la semana laboral es de seis días, y el séptimo se dedica a ‘trabajos voluntarios’. Dónde los extranjeros van acompañados a todas partes por guías que se echan a temblar si fotografías basura. Dónde el único edificio iluminado por la noche es un colosal hotel a medio hacer, destinado a albergar unas olimpiadas que nunca llegaron. Dónde la única autopista del país conduce únicamente al museo del Líder.
Así, bajo una máscara de ingenuidad, Delisle va poniendo a prueba los mecanismos del sistema, sin más intención que la de descifrar qué puede transformar a un hombre en autómata. Sus experiencias y ocurrencias son brillantes, notas de absurdo en una realidad gris y angustiosa. Toda dramatización aquí es superflua: es de la esencia de las cosas de lo que se habla. Hay un auténtico coup de maître, sencillo y a la vez descorazonador, que lo resume todo: el autor consigue que uno de sus guías lea 1984 diciéndole que es una novela de ciencia ficción.
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